jueves, 16 de junio de 2016

PRESENTACIÓN POR EL PROFESOR ARACIL


-Mesa de la presidencia del acto. Primero por la izquierda, el profesor Aracil.

Palabras pronunciadas por el profesor Adolfo Aracil Marco, en el curso de la presentación en Fnac de Alicante, el 7 de junio de 2016, de mi libro "El alado alazán (corredores del siglo XVI)".

Gracias, amigo aracil, por estas bellísimas palabras.


PRESENTACIÓN “EL ALADO ALAZÁN: CORREDORES DEL SIGLO XVI”
Comienzo mi presentación de Moratinos, comentando que una de las cosas que me llamó la atención del título del libro fue su sonoridad: suena musical y lírico, mediterráneo. Al Mediterráneo se asocia el color blanco, con el que yo relaciono a Moratinos. El blanco define también los extremos de la biografía de Moratinos: desde su nacimiento en Tetuán, “La Blanca Paloma”, hasta actualmente Alicante, la Akra Leuké griega (promontorio blanco) o el Castrum Album (fortaleza blanca), romano. Pero el blanco es también la pureza, como la sangre del Alado Alazán, un pura raza española. O como el ejemplo vital del autor.
Un segundo aspecto que quise destacar en la biografía de Moratinos y de “El Alado Alazán” es la alicantinidad, que no el alicantinismo. Alicantinismo y alicantinidad no son sinónimos. En palabras de Luis Beresaluze, con las que describe al historiador Vicente Ramos, en una biografía publicada, también por ECU:
“La alicantinidad es una forma de ser. Se tiene o no se tiene […]. [La alicantinidad es] Un contenido antropológico que otorgan la geografía y el estar vertebrado en una sociedad y una tierra concreta [que resultan] Determinantes de una manera de ser. En el alicantinismo diríamos se quiere ser. De tener alicantinismo se puede ser partidario [o no]. De estar afectado por la alicantinidad no se puede renunciar, ni aunque se quisiera.”
Para Moratinos, quien, a lo largo de su biografía ha vivido en múltiples ciudades, Alicante es lo concreto, lo inmediato y observable, de un mundo mucho más amplio y global: de la humanidad. Al situar la acción de “El Alado Alazán” en Alicante y en el Siglo de Oro, época del máximo esplendor de España en todos los órdenes, creo que pretender reivindicar el renacimiento de Alicante, y, con ello, el renacimiento de la humanidad. El Renacimiento es la época del humanismo. Moratinos representa los valores propios de esa época, entre ellos, el respeto profundo a sus predecesores y a sus educadores. Quizá un ejemplo de su humanismo sea un lema que compartimos: “Ser feliz haciendo felices a los demás”.
Por otro lado, la presentación de “El Alado Alazán” ha tenido lugar en el cuarto centenario del fallecimiento Cervantes. Francisco Rico, cervantista, considera que los dos principales personajes del Quijote, es decir, Quijote y Sancho, representan los extremos de la dualidad humana: del idealismo de D. Quijote al pragmatismo de Sancho. Todos tenemos algo de Quijote y de Sancho. La gracia es poder encontrar el equilibrio aristotélico entre ambos, de manera dinámica a lo largo de la vida: Moratinos es un ejemplo de ello.
El último aspecto que quiero destacar de Moratinos, igual que el de muchos de los asistentes, es su carácter de deportistas olímpicos, en el sentido original del olimpismo. Asociamos el olimpismo a los Juegos Olímpicos, a récords, desafíos, etc. Pero los dos primeros principios de Carta Olímpica de Pierre de Coubertain, dicen lo siguiente:
“El Olimpismo es una filosofía de la vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu. Al asociar el deporte con la cultura y la formación, el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales.
El objetivo del Olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del hombre, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana.”
Por ello, creo que los deportistas amateur, como Moratinos y varios de los asistentes a la presentación, que asocian el deporte a estos otros valores, son los auténticos atletas olímpicos. 
Por último, creo que “El Alado Alazán” puede representar iconográficamente para Moratinos aquel otro caballo del que hablaba Antonio Machado: un caballo de cartón, soñado por un niño, pero imposible de ser asido.

Cierro mi presentación deseándole mucho éxito en el libro, por una razón para la que tomé las tres últimas palabras de “El Alado Alazán”: simplemente, porque “así debe ser”.

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